¡Ey, Paladines y Cerrajeros! Con motivo del reciente lanzamiento de "La unión", ¡ya tenemos nuevo material extra! Esta vez se trata de una escena que me hubiera gustado ver impresa u_u... no obstante, aquí está, e igual podemos leerla y disfrutarla. Así que a continuación, los dejo con la advertencia y, posteriormente, con el texto de Adriana :)
Advertencia: ¡Esta escena contiene spoilers fuertes! Si no has leído los libros I y II de Los Dominios del Ónix Negro, se te arruinará una sorpresa muy importante de La Conexión, así que mejor ten paciencia y aguarda a haber terminado ambos libros antes de leerla...
Capítulo 26, escena 2.5 (perspectiva de Erick)
Tomé aire profundamente para calmar un poco la
ansiedad que escurría por mis venas. A decir verdad, tomé aire para convencerme
a mí mismo de que aquello que sentía era ansiedad, y no lo que verdaderamente
era: enojo, frustración, confusión…
Celos…
Las inscripciones de las cimitarras que Matheo había
forjado para Nessa aún revoloteaban en mi cabeza, intentando llegar a una
conclusión diferente de la que había alcanzado con el simple vistazo de las
espadas: mi mejor amigo (prácticamente el único hermano que me quedaba) se
había enamorado de la mujer que amo.
¡Maldición! La tranquilidad que estaba tratando de
obtener volvió a evaporarse ante aquel pensamiento; me había costado muchísimo
esfuerzo mantener la compostura durante el entrenamiento, por lo que ahora las
emociones estaban inundándome sin que fuera capaz de detenerlas, así que sin
pensarlo más toqué a la puerta de la habitación frente a mí, aguardando pocos
segundos para que ésta se abriera.
- Ya te estabas tardando – fue lo primero que Matheo
me dijo al aparecer en el umbral, observándome con esa sonrisa irónica que lo
caracterizaba, mientras se hacía a un lado para permitirme el ingreso a sus
aposentos.
- ¿Me estaba tardando? – inquirí, sin entender por qué
no me atrevía a hacer la pregunta que verdaderamente deseaba expresar. Tal vez
porque temía demasiado la respuesta.
- ¿De verdad vamos a hacer esto, Erick? – me preguntó
al cerrar la puerta.
- ¿Hacer qué? - ¡Vaya! ¿En qué momento me había
convertido en un completo cobarde?
- Darle vueltas al asunto hasta que saques el tema de
las cimitarras a colación.
¡Mierda! Pensé tomando asiento en uno de los sillones junto a la chimenea
apagada. Al parecer Matheo estaba listo para una confrontación, y a pesar de
que yo me sentía ligeramente traicionado, no lo podía culpar. ¿Cómo culparlo
por enamorarse de la mujer más extraordinaria de todos los Dominios?
Me restregué el rostro con las manos para luego
acomodar los codos sobre mis rodillas, viendo como mi mejor amigo tomaba
asiento frente a mí con total calma. Pero yo lo conocía demasiado bien como
para que lograra engañarme; Matheo abría y cerraba su puño izquierdo, haciendo
crujir los huesos de su mano con cada movimiento. Esa era generalmente la señal
de que se encontraba nervioso, así que por muy tranquilo que luciera, me daba
cuenta de que mi presencia en su habitación (y la razón de ello) lo mantenía
ansioso y un poco a la defensiva. De nuevo, no lo podía culpar.
- ¿La amas?
Abrió mucho los ojos durante un segundo, tensándose de
inmediato pero tratando de disfrazarlo con una más de sus sonrisas mordaces.
- ¡Vaya! ¡Directo al grano!
- Eso es lo que querías ¿no es cierto?
- Sí, sí la amo – su respuesta rápida e inesperada fue
como un golpe al estómago, arrancándome el oxígeno y la capacidad del habla por
unos instantes. Debí de haber presagiado mi reacción, pero era muy diferente
sospechar a escuchárselo decir de manera tan tajante.
- Maldición, Matheo – dije, aunque mi voz sonó
demasiado baja, estrangulada, más triste que furiosa… Porque así era como me
sentía: más triste que furioso.
- ¿Querías que te mintiera? – murmuró él recargándose
contra el respaldo del asiento, claramente aún a la defensiva.
- No - ¿Qué más podía decirle?
- Sabía que no debía de haber grabado esas
inscripciones.
- ¿Entonces por qué lo hiciste?
Desvió el rostro encogiéndose de hombros:
- No tengo ni la más remota idea… ¿Por imbécil? – su
mano izquierda continuaba abriéndose y cerrándose, y prosiguió hablando sin
mirarme – Ni siquiera lo pensé, ni siquiera me di cuenta de lo que estaba
haciendo, si quieres la verdad… Fue hasta que terminé de pulir las hojas de las
cimitarras que leí lo que había escrito…
- Pudiste no habérselas dado. Pudiste haber hecho otras
– dije ante su pausa, logrando que por fin regresaran sus ojos a mí, brillando
con una rabia que no se molestó en ocultar.
- Son de ella –
espetó – Esas espadas son de ella.
Punto.
Asentí, presionando mi mandíbula para no explotar en
su contra. No tenía ningún derecho de discutirle aquello y lo entendía, así que
era mejor que no nos adentráramos en un pleito sin sentido acerca de la
pertenencia de aquellas armas. A fin de cuentas ese no era el problema.
- Cualquier elevado que se concentre lo suficiente
sabrá lo que dicen las inscripciones – murmuré al cabo de unos instantes;
Matheo se encogió de hombros como respuesta – Incluida Nessa.
- No es algo que pueda remediar a estas alturas ¿o sí?
- ¿Entonces no te importa que todos se enteren?
- La única persona que me preocupaba que se enterara
se encuentra en estos momentos sentado frente a mí.
Asentí al tiempo en que el aguijón de la culpabilidad
se enterraba aún más en mi pecho.
- ¿Y qué se supone que esperas que haga? – le pregunté
alzando una ceja.
- No lo sé… Te puedo decir que lo último que imaginé
era que nos sentáramos a tener una conversación civilizada al respecto. No es
nuestro estilo.
- ¿Entonces? ¿Quieres pelear? ¿Qué te grite? ¿Qué te
reclame? ¿Qué jodidos esperas de mí, Matheo? – exclamé comenzando a perder la
paciencia.
- De nuevo, no tengo ni la más remota idea…
Solté una carcajada sin humor al tiempo en que me
ponía de pie, pasándome las manos por el cabello mientras intentaba recobrar
algo de calma.
- Las inscripciones en las espadas no eran para ella,
Matheo ¿si entiendes eso?
- Ok, ahora sí ya me perdiste. ¿De qué hablas?
Lo observé siendo yo el portador de la sonrisa
sarcástica, mientras que él me dedicaba una mirada totalmente seria.
- Sabías que Nessa aún no está completamente familiarizada
con el lenguaje espiritual, sabías que no comprendería las palabras que
grabaste en esas cimitarras y sabías que gracias a su entrenamiento
probablemente ni siquiera tendría tiempo de prestarles la atención suficiente
como para descifrar su significado…
- Si… ¿y?
- Así como también sabías que yo las entendería al
instante. Las inscripciones en las espadas eran un mensaje para mí.
Tragó saliva con fuerza y lentamente se puso de pie;
nuestras alturas siempre fueron similares, así que en pocos segundos nos
encontramos uno frente al otro, mirándonos directamente a los ojos.
- ¿Esperas una disculpa? – preguntó.
- ¿De ti? Difícilmente.
- Que bueno, porque no la obtendrás.
- Sigues sin comprenderlo ¿cierto? Esto no se trata de
lo que yo quiera o espere. Se trata de tus
objetivos. ¿Qué jodidos deseas lograr con esto? ¿Qué me haga a un lado?
¿Qué te deje el camino libre? Perdóname, hermano, pero eso no va a suceder.
- Bien. Porque eso no es lo que pretendo.
- ¿Entonces? ¡Le acabas de confesar al mundo que estás
enamorado de ella! ¡Explícame por qué! ¡Por todo lo que es sagrado, ayúdame a
comprender! – grité perdiendo por completo la paciencia.
- Sentía que te
estaba traicionando – aquella frase fue capaz de silenciar a la ira que iba
surgiendo en mi interior.
- ¿De qué hablas?
– mi voz se había transformado a un murmullo apenas pronunciado.
Matheo tragó
saliva con fuerza y volvió a tomar asiento.
- Eres lo más
cercano que tengo a un hermano – articuló en un tono tan bajo como el mío,
obligándome a sentarme otra vez.
- Sabes que yo me
siento igual acerca de ti… - alzó una mano para detener mis palabras.
- Lo sé… Es por
eso que… ¡Agh, carajo! – suspiró sin dejar de mirarme, dejando pasar los
segundos ante de que volviera a hablar – Yo no estaría aquí de no ser por ti,
Erick, y esa es la verdad…
- Matheo…
- Déjame terminar
¿quieres? Aclaremos esto de una buena vez para no tener que volver a tocar el
tema… jamás…
Asentí como única
respuesta.
- Si, la amo –
continuó – Sí, sucedió sin que me diera cuenta siquiera, sin desearlo y por lo
mismo, sin ser capaz de evitarlo… ¿Sabes lo que se siente caer por la mujer que
tu mejor amigo ama?
- Me voy haciendo
una idea – murmuré, y por extraño que parezca, ambos soltamos una breve
carcajada.
- Intenté
deshacerme de estos sentimientos, Erick, pero no pude… Al menos hasta ahora no
lo he logrado, pero eso no quiere decir que dejaré de intentarlo.
- ¿Entonces por
qué hacérmelo saber?
- Ya te lo dije.
Sentí que te estaba traicionando. Duele más eso que el hecho de que ella te ame
a ti y no a mí.
¡Maldición! ¿De
dónde había salido el nudo que ahora se alojaba en mi garganta?
- Hermano… -
murmuré, pero Matheo volvió a detener mis palabras con una mano.
- Necesitaba que
lo supieras para calmar un poco a mi conciencia. Y también para aclararte que
no haré nada al respecto… A fin de cuentas ella te ama a ti, y tu amistad es
algo que no estoy dispuesto a perder, ni siquiera por Vanessa.
La culpabilidad
me embargó de nuevo, porque muy dentro de mí sabía que yo lucharía contra cualquiera
con tal de conservar el amor de Nessa. ¿Me hacía eso una mala persona? ¿Un mal
amigo?
- No – articuló
Matheo como si me hubiera leído el pensamiento – El deseo de luchar por ella no
te convierte en un mal amigo.
Medio le sonreí.
- No sé cómo demonios
lo haces, pero ahora soy yo quien siente la imperiosa necesidad de disculparse
contigo.
- No es
necesario. La amas. Lo entiendo.
- No solamente la
amo, Matheo. Es… es más que eso…
Frunció la frente
con desconcierto.
- ¿Más que eso?
¿Por la conexión?
Negué intentando
encontrar las palabras adecuadas para describir mis sentimientos por Nessa.
- No. Sucedió
antes de la conexión. Mucho antes… Desde la primera vez que la vi… Es casi…
casi inexplicable.
- Inténtalo.
Suspiré
recargándome contra el respaldo, cerrando los ojos para intentar explicarle
aquello que yo tampoco entendía.
- Desde el
asesinato de mi abuelo, la desaparición de mis padres y la muerte de Belyan,
yo… - carraspeé – No lo sé… Es como si hubiera estado muerto sin siquiera
enterarme, como si me hubiera convertido en un desalmado incluso conservando mi
espíritu, y entonces ella llegó… Nessa es aquello que no sabía que me faltaba y
que necesitaba para volver a vivir. Es aire, es alimento, es… es la otra mitad
de mi ser… Nessa lo es todo, Matheo. Ella lo es todo.
Sabía que me
observaba boquiabierto, pero no encontré el valor de devolverle la mirada,
porque ambos entendíamos con claridad el significado de mis frases… Y lo
peligrosas que podían llegar a ser.
Ojalá que hayan disfrutado de su lectura :)
Por cierto, ya está actualizado el apartado de Eventos.
¡Saludos!