que por cierto, ¡feliz cumpleaños!:
ANTES
DEL AMANECER
Braddgo
La
relajación del sueño, la calidez de la cama y la perfección de mi compañera de
vida durmiendo a mi lado fueron interrumpidas por unos incesantes toquidos en
la puerta de nuestro hogar.
Desperté
con un sobresalto ante el aporreador sonido, y como Lylibeth se encontraba
acomodada con su cabeza sobre mi pecho, automáticamente la desperté yo a ella
también.
-Ignóralos.
Quien sea, aprenderá a no venir a molestar antes de la salida del sol –la sentí
murmurar contra mi piel, obligándome a sonreír a pesar de la preocupación que
comenzaba a invadir a mi adormilado cerebro.
La
gente no suele hacer visitas de madrugada a menos de que se trate de algún tipo
de emergencia. Y los toquidos continuaban.
-Podría
ser importante.
-Dormir
es importante –fue la respuesta de Lyli–. Y más aún después de desvelarse de la
manera en que tú y yo nos desvelamos anoche.
Los
recuerdos de la velada anterior atrajeron una nueva sonrisa a mis labios, por
lo que de inmediato giré mi cuerpo hasta que Lylibeth quedó recostada bocarriba
conmigo sobre ella.
Lyli
se había encontrado lejos de casa por una semana a causa de una misión, y antes
de eso yo había estado en la
Región de Novatinus por cinco días, juzgando a una serie de paladines
antes de sus últimas pruebas para graduarse como Adalides, por lo que mi
compañera de vida y yo habíamos pasado más de diez días sin vernos.
Basta
decir que nuestra reunión fue bastante intensa y aquella intensidad nos duró
varias horas.
-Ya
que estamos despiertos los dos –dije contra sus labios, acallando sus
carcajadas con un beso que en segundos se tornó profundo e impaciente, pero que
instantes después fue cortado de tajo ante el regreso de los sonoros e
insistentes toquidos.
-¡Por
todo lo que es sagrado! ¡Quien esté allá afuera va a despertar a toda la
maldita aldea! –vociferó mi compañera de vida; yo no tuve el corazón de decirle
que sus gritos probablemente también se estaban encargando de despertar a los
habitantes de Jemsby, o cuando menos a nuestros vecinos.
Le
di un último y apresurado beso para finalmente salir del lecho.
-Tiene
que ser una emergencia –dije poniéndome los pantalones de cuero-. Será mejor
que vaya a ver quién es… ¡No, no te levantes! –exclamé al darme cuenta de que
Lylibeth también se ponía de pie.
-No
te preocupes. Como dijiste, probablemente sea una emergencia. Y lo primero que
se necesita durante una emergencia es café.
Le
sonreí al terminar de ponerme la camisa, viéndola enredarse en una enorme bata
rosa que a ella le encantaba y que yo creía que era la prenda más ridícula de
los Dominios, pero que la hacía lucir por demás adorable.
-Te
amo. ¿Ya te lo había dicho hoy?
Fue
su turno de sonreír, avanzando hacia mí para tomar mi rostro entre sus
delicadas manos.
-Esa es la forma correcta de iniciar
cualquier día –murmuró uniendo sus labios con los míos, pero de nuevo nuestro
beso fue interrumpido por más toquidos, sonando cada vez más y más impacientes.
-¡Agh!
Tú, puerta. Yo, café –me dijo mientras que ambos nos movilizábamos. Me
encontraba a dos pasos de la entrada y Lylibeth en el umbral de la cocina
cuando me llamó-. ¿Bradd?
-¿Si?
-Yo
también te amo –entonces la perdí de vista, pero no por eso dejé de sonreír.
Llevábamos
casi tres décadas juntos y a Lyli aún le costaba trabajo pronunciar aquellas
palabras; pero a mí jamás me había importado, son sólo eso, palabras, cuando ella me demuestra que
me ama cada día con sus actos.
Los
toquidos me sacaron de mis pensamientos otra vez.
-¡Ya
oí! ¡Ya voy! –grité justo antes de abrir, encontrándome con el rostro serio de
mi hermano mayor, de pie muy erguido frente a mí-. ¿Qué sucede, Forley?
–inquirí tensándome de inmediato; aquel hombre era mi familia, pero también el
Magistrado de la
Congregación , por lo que tenía que tratarse de algo realmente
urgente para que se encontrara de pie en mi pórtico y a esas horas de la
madrugada.
-Perdón
por la intromisión –articuló con formalidad, como era su costumbre, y
recordándome como siempre a los modales de Lórimer; definitivamente, aquellos
dos hombres necesitaban tener sexo (no necesariamente uno con el otro, pero sí
pronto); claro que era algo que no me apetecía hablar ni con mi hermano, ni con
mi cuñado, así que me concentré en lo que Forley me decía–, pero necesito de tu
ayuda.
-Claro,
claro –respondí de inmediato, casi por reflejo-. ¿Qué necesita la Congregación que
haga?
-No.
No la Congregación.
Yo.
Ahora
sí comenzaba a asustarme.
-¿Qué
está sucediendo, Forley?
-¿Podemos
hablar en privado?
-Ahm…
Sí, por supuesto. Pasa –me hice a un lado para dejarlo entrar, cerré la puerta
y con una seña le indiqué que me siguiera a la cocina. Lyli tenía razón: lo
primero que se necesita en una emergencia es café.
Y
hablando de mi compañera de vida, sentí de inmediato como se tensaba al darse
cuenta de quién era nuestra inesperada visita, y no supe si se debía a que era
“el Magistrado” (una figura de autoridad, de lo cual Lylibeth jamás ha sido
fanática) o “mi hermano” (no era ningún secreto que ella y Forley nunca se
habían agradado totalmente, pero ambos hacían el esfuerzo de soportarse por
mí). Por la razón que fuera, Lyli ocultó su desazón en segundos, para luego
dirigirle una leve sonrisa a mi hermano.
-Buenos
días, Forley. ¿Quieres café?
Él
no respondió, lo cual me pareció extraño porque si algo era Forley, eso era
educado; pero en lugar de contestarle, se giró hacia mí.
-Te
dije que en privado, Braddgo –su tono me puso los pelos de punta, arrugando el
ceño mientras me cruzaba de brazos.
-Sabes
bien que no hay secretos entre Lylibeth y yo.
-Pues
éste tendrá que ser el primero.
-Olvídalo,
Forley.
-Es
importante.
-Si
así lo fuera, ya estarías hablando.
-Es
importante –repitió apretando los
dientes, claro signo de que iniciaba a impacientarse.
-Comienza,
entonces.
-Bradd,
ella no debe de enterarse –insistió señalándola con un dedo-. Si lo sabe
Lylibeth, lo sabrá Lórimer. Si lo sabe Lórimer, lo sabrá Belyan. Si lo sabe
Belyan, lo sabrá Erick. Si…
-¡Suficiente!
–la voz de mi compañera de vida llenó la cocina de presión; era obvio: Forley
despotricaba contra ella y sus amigos como si Lyli no se encontrara presente, y
al mismo tiempo pretendiendo que yo le hiciera un favor sin que ella se
enterara de qué se trataba; aquello en definitiva no iba a suceder.
-Habla
de una vez o márchate. A mi casa no vas a venir pidiendo ayuda al mismo tiempo
en que insultas a mi compañera de vida –le dije enfrentándolo cara a cara.
-¡Yo
no estoy insultando a nadie! –exclamó obviamente desesperado.
-¡Oh,
claro que no! –intervino Lyli situándose a mi lado-. Nada más acabas de acusarme
de chismosa; a mí, a mi gemelo y a mis amigos… ¿Cuál insulto?
Le
pasé un brazo por los hombros en afán de calmarla un poco, pues sentía como su
paciencia iba agotándose también. Aparte de que el movimiento me sirvió para
ladear el rostro por un segundo, ocultando así la sonrisa que estaba por
escapárseme; de veras que amaba a esta mujer.
Fue
cuando regresé mi vista a Forley que me di cuenta de que al parecer él había
controlado sus emociones y por fin había decidido qué hacer a continuación;
ahora sólo restaba aguardar para saber si elegiría hablar o marcharse sin decir
más.
-Esto
no puede salir de aquí, Lylibeth. Ni una palabra –decretó con sus ojos puestos
en ella.
-Ni
una palabra –concordó Lyli con rapidez.
Forley
tomó aire y nos observó a ambos con extrema seriedad.
-Se
trata de Matheo…
¿Qué tal? ¿Qué tal? D: Nos dicen qué les pareció en los comentarios, ¿vale?