Sí, como lo leen: ya ha llegado el momento de revelar el 3er prólogo de Mestizo, lo nuevo de Adriana González Márquez, ¡así que a disfrutar cada línea! Que por acá, ya soy team #Lorbely ♥
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LAS COSAS QUE IMPORTAN
Belyan
No pude dormir ni un solo segundo de toda la maldita
noche, a pesar de que lo intenté una y otra vez, dando vueltas en la cama,
levantándome, tomándome otro trago, regresando al lecho y comenzando el proceso
una vez más.
Y todo el tiempo sin poder sacarme de la cabeza a Lórimer
y a ese beso.
Todavía no lo podía creer.
Mi mejor amigo siempre había estado ahí para mí. Siempre. Y no le había mentido cuando le
dije que lo consideraba más que un amigo, más que familia, porque ni siquiera
pensaba en él como un hermano, sino como algo… más.
Pero ese “más” jamás había significado algo romántico o
sexual…
Hasta esa noche.
A mí siempre me habían gustado las mujeres. Bueno, en
realidad siempre me había gustado una mujer:
Vereny. Me había enamorado de ella incluso antes de saber lo que enamorarse
significaba, desde que nos conocimos durante la pubertad. Nuestra relación pasó
de la amistad al romance de forma gradual y orgánica, y desde que la perdí, no
ha habido nadie tan importante en mi vida como ella.
Sólo Lórimer.
Aquel pensamiento fue el que me paralizó, dándome cuenta
hasta ese instante que mi mejor amigo ocupaba un lugar en mi existencia que ni
Vereny ni nadie más había tocado siquiera. Era algo totalmente diferente, pero
no por ello mejor o peor. Tan sólo distinto. Nuevo.
Seguí yendo de la recámara a la sala, de la sala a la
cocina y de la cocina de vuelta a la recámara otra vez, todo el tiempo sin
poder apagar a mi cerebro, sin poder dejar de darle vueltas a lo mismo y sin
saber a qué conclusión llegar.
Durante muchísimos años he sabido que Lórimer es gay, sin
que aquello afecte en lo más mínimo la forma en que lo veo o en que lo trato,
jamás teniendo peso en nuestra amistad. Creo que lo único que me preocupaba era
verlo siempre solo, puesto que la homosexualidad no está bien vista entre
paladines, cerrajeros y adalides, con eso de la necesidad de procreación, por
lo que mi mejor amigo había tenido que guardar el secreto durante toda su vida.
Y volvemos a lo mismo: siempre solo.
Y es exactamente por ello que no me lograba explicar mi
propia reacción durante nuestra charla, cuando me había confesado sin querer
que se sentía atraído por alguien. Me llené de rabia y angustia, pero no porque
no me lo hubiera contado antes, como había intentado hacérselo creer, sino
porque lo primero que había gritado mi espíritu dentro de mí fue: “Pero si tú
eres mío”.
¿De dónde había provenido aquello? Ni idea, pero así
había sido. Y cuando me besó no sentí ni aversión, ni culpabilidad, ni ninguna
de las otras emociones que me invadían día con día desde haber recobrado mi
alma. No, nada de eso.
Lo primero que experimenté fue sorpresa, no lo puedo
negar, ya que Lórimer me había tomado desprevenido toda la noche, tanto con su
llegada a mi hogar, como con sus palabras y luego con sus acciones.
Pero después de eso, por primera vez en décadas, lo que
me sentí fue completo, como si por fin, por
fin, todo embonara en mi vida a la perfección, incluidos Lórimer y yo.
Sus labios, su cuerpo, sus alientos, todo alineado con
exactitud a los míos, haciéndome olvidar tristezas y remordimientos y culpas
ante la potencia del deseo que de golpe sentí por él.
Y creo que fue exactamente eso lo que más me asustó; no
el grado de mi deseo por él, no, sino que Lórimer había sido capaz de hacer lo
que nada ni nadie había logrado antes: que me olvidara en lo absoluto de mi
pasado y me concentrara en el sublime presente que estaba viviendo, aguardando
expectante por el futuro que estaba por llegar.
Pero yo había sido un desalmado; no se suponía que
tuviera un futuro y mucho menos uno bueno, por lo que de un empujón lo alejé de
mí y terminé por arruinar el momento, y tal vez también nuestra relación, así
como me había encargado de arruinar todas las demás cosas buenas que había
tenido en mi vida.
Su “lo lamento” aún resonaba en mi memoria junto con el
resto de lo sucedido, aun preguntándome qué era lo que lamentaba si había sido
yo quien echó a perder el instante, pero seguía sin saber la respuesta, puesto
que se había marchado antes de que yo lograra encontrar mi voz.
Y siendo totalmente honesto, no tuve el valor suficiente
como para seguirlo, pues fue segundos después de que la puerta se cerrara que
el pánico comenzó a invadirme.
Pánico por lo que había sucedido.
Pánico por mi reacción.
Pánico ante la simple idea de perder a la persona más
importante e indispensable en mi vida.
Faltaban unos minutos para el amanecer cuando finalmente
me di por vencido, dejándome caer en el sillón de la sala, con la mirada fija
en la daga sobre la chimenea.
Al parecer mi subconsciente había intentado decirme algo
desde hacía años, ¿de qué otra manera podía explicar que aquella arma fuera la
única decoración de mi hogar? Y no sólo porque era definitivamente hermosa,
sino porque se trataba de mi posesión más preciada desde el cumpleaños en que
Lórimer me la había regalado. Para ser un paladín que se jactaba de no darle
peso a lo material, aquella daga se trataba de un objeto demasiado importante
para mí.
La puerta de la casa se abrió de golpe en aquel momento,
extrayéndome de mis pensamientos al instante en que con rapidez me ponía de
pie.
Lórimer y yo nos observamos en completo silencio durante
varios segundos, cada uno paralizado ante la presencia del otro. Lo que no se
encontraba inmóvil en lo absoluto era mi corazón, que latía con increíble
velocidad en mi pecho.
-Lórimer, yo…
-No hay tiempo –me interrumpió abruptamente, algo que él
jamás hacía.
-Pero…
-¡No! Escúchame, que esto es importante.
-¿Y lo que pasó anoche no lo es? –le grité exasperado,
viéndolo cerrar los ojos por un momento con su rostro lleno de angustia.
-Es necesario que vayas al Territorio del Primero. Ahora
mismo –fue lo que me respondió una vez que despegó los párpados.
-¿Qué? –articulé con confusión –Si tú quieres huir de
esto, adelante. Pero yo no voy a…
-¡Por todo lo que es sagrado, Belyan! ¡No se trata de
eso! –me interrumpió otra vez.
¿Qué carajos estaba sucediendo?
-Es necesario que vayas a ver a Erick, porque todos
estamos siendo monitoreados, pero nadie sospechará si eres tú quien va, pues
simplemente puedes decir que estás visitando a tu familia.
-¿Monitoreados? ¿Sospechar? ¿De qué estás hablando,
Lórimer? ¿Qué está pasando?
Lo vi inhalar profundamente para luego avanzar hacia mí,
deshaciéndose de la distancia que nos había separado.
-Se trata de Matheo…