Libro 2 – Capítulo 18 –
Recuerdo de Erick
Aquella noche era
más oscura de lo normal, más profunda, más solitaria, pero en realidad aquello
no le importaba en lo absoluto. Acostado sobre la delgada manta, con la pequeña
fogata a su lado y las estrellas adornando el firmamento, a Erick esa noche se
le antojaba perfecta e inusual.
Se había escapado
de casa otra vez; tenía planeado volver -en
un par de días, pensó sonriendo-, porque en realidad no le agradaba pasar
tiempo alejado de su familia, de Lucian o de su entrenamiento, lo que le
fascinaba era la sensación de euforia de la huida, la descarga de adrenalina
que le producía hacer algo inapropiado.
Se rió. Sabía que
tarde o temprano tendría que aprender a comportarse debidamente, o nunca
llegaría a ser un paladín de verdad, pero a sus trece años aquello en realidad
no importaba tanto, le quedaba muchísimo tiempo por delante antes de dejar de
divertirse.
Los ojos
comenzaron a cerrársele; estaba cansado después de aquel día de caminar sin
parar y de haber cazado el conejo para la cena, por lo que ahora el agotamiento
poco a poco iba apoderándose de él. Fue por eso que cuando comenzó a escuchar
los gritos, por un momento creyó que se trataba de un sueño; le tomó más de
diez segundos darse cuenta de que las voces no provenían de su cabeza, sino de
algún lugar cerca del camino principal, ese que llevaba desde el portal que
había atravesado esa tarde –en la base del Volcán de Larnan- hasta el poblado
de Caffy’nor, que se encontraba a un par de kilómetros de donde él acampaba.
Se levantó
rápidamente y enseguida apagó la fogata, guardando sus pertenencias en el
morral que llevaba consigo y en instantes avanzando hacia el sitio en donde la
conmoción se situaba. Le tomó poco tiempo descubrir de quién se trataba; por un
momento se asustó, creyendo que sus padres y su tío finalmente habían tenido
suficiente de sus escapes y habían mandado al Círculo de Paladines a buscarlo.
Frunció el entrecejo ocultándose entre un par de gruesos árboles… No, no era
así. Hablaban de un muchacho, pero después de unos instantes se dio cuenta de
que su nombre no había sido mencionado en lo absoluto, a pesar de reconocer
ciertas caras que le resultaban familiares entre todos los paladines que iban y
venían en los alrededores de Caffy’nor.
Si, un muchacho…
Buscaban a un muchacho… Poderoso… ¿Su padre lo había obligado a qué? Erick tragó
saliva al escuchar todo lo que aquel chico había hecho. No alcanzaba a oír las
conversaciones completas, pero había sido capaz de captar ciertas cosas, como
que el padre de aquel joven lo había forzado a robar, a estafar y a torturar
personas con el poder de su espíritu. ¿Cómo era posible? Nadie debía de tener
el derecho de usar así la energía de su alma… ni de obligar a alguien a
hacerlo…
Los paladines
tenían que rescatar a aquel chico, librarlo de las garras de su ambicioso y
malvado padre. Sólo que fue entonces que Erick escuchó los planes del Círculo:
al hombre ya lo habían capturado y enjuiciado, pero al muchacho lo buscaban
para matarlo.
Jadeó al escuchar
el veredicto de aquellos hombres y mujeres que tanto admiraba. ¿Matar a alguien
tan sólo porque era forzado a hacer el mal? ¿Matar a alguien simplemente por
que su educación no había sido la correcta? No… ¡No! Eso estaba mal, no era lo
correcto… Y él tenía que hacer algo.
Erick soltó el
morral y se sentó en el suelo con prontitud, regulando su respiración y
poniéndose en contacto con su espíritu tal y como Lucian le había enseñado
tantos años atrás. Con una velocidad impropia de su edad, fue capaz de
concentrarse hasta expandir su alma para reconocer todo aquello que le rodeaba.
No le tomó mucho dar con la energía de ese otro chico, puesto que era poderosa,
implacable, asustada y tan joven como la de él, todo al mismo tiempo, en una
combinación que se percibía agitada y completamente atemorizada. Lo localizó en
cuestión de segundos y olvidándose de sus pertenencias se puso de pie de un
salto y comenzó a correr hacia el otro extremo del pueblo, cuidando que los paladines
del Círculo no fueran a percibirlo a él.
Cuando finalmente llegó al escondite del muchacho, se
detuvo en seco al darse cuenta de que el joven rubio se alzaba de inmediato y
sin siquiera pronunciar palabra descargaba un potente rayo verde hacia él; a
Erick le tomó un par de segundos darse cuenta de que el chico lo estaba
arremetiendo, alzando un escudo protector para de inmediato contrarrestar la
energía espiritual del otro con la suya propia, haciendo uso del poder del
talismán que colgaba de su cuello, para que así sus embestidas tuvieran un poco
más de fuerza que las de su atacante, pero no al grado de herirlo demasiado. Su
intensión era ayudarlo a escapar, no servírselo al Círculo de Paladines en
bandeja de plata.
- ¡Detente! ¡Detente! – le gritaba en medio de cada
agresión espiritual - ¡Te puedo ayudar!
- ¡Yo no necesito de tu estúpida ayuda! – gritó el
rubio en medio de un gesto de total odio. A Erick le resultaba casi imposible
creer que alguien de su edad pudiera manifestar tal grado de amargura en el
rostro, en la voz.
- ¡El Círculo te encontrará en cualquier momento! ¡Te
puedo ayudar!
Pero el chico no escuchaba de razones, tuvieron que
pasar minutos de ataque tras ataque antes de que Erick finalmente lograra
someterlo, sentándose encima de él para aprisionarlo por completo.
- ¡Escúchame! ¡Te digo que te puedo ayudar!
No supo si fue el tono de su voz, si fue su mirada, o
si simplemente el muchacho se vio vencido, pero por fin detuvo sus movimientos
y observó a Erick con cara de pocos amigos, aguardando al siguiente comentario
de aquel que lo mantenía sujeto.
- ¿Si? ¿Y cuál es tu gran plan? – espetó con sarcasmo.
- Los puedo distraer – articuló lo primero que se le
ocurrió.
- ¿Cómo?
- Me prestas tu gabardina y…
- ¿Así que lo que quieres es robarme?
- ¡Claro que no! Me cubro con la capucha de tu gabardina
para que no vean mi cabello. Creerán que soy tú mientras corro en dirección opuesta
a la que tú te vayas. Así podrás escapar.
Finalmente el muchacho dejó de retorcerse bajo el peso
de Erick: - Está bien. Quítateme de encima.
Renuente, Erick se levantó, pero justo en el instante
en que el otro chico se sintió en libertad, disparó un rayo más que obligó a su
contrincante a salir volando por los aires, para después comenzar a correr en
dirección al pueblo.
- ¿Crees que soy tan ingenuo, idiota? ¡Esta gabardina
es mía! – gritó sin dejar de avanzar, al parecer sin darse cuenta de que se dirigía
precisamente hacia donde los paladines se encontraban.
- ¡No, espera! – exclamó Erick, pero aquel último rayo
lo había dejado sin aliento, por lo que su voz apenas si se escuchó.
En cuanto reunió las fuerzas suficientes se puso de
pie, y en un segundo ya se encontraba otra vez corriendo tras el joven; éste se
dio cuenta de que casi le daba alcance una vez más, por lo que continuó
disparando energía espiritual una y otra vez, que Erick esquivaba con velocidad
e intentando adelantársele para detenerlo de nueva cuenta; el problema fue que
cada vez se adentraban más Caffy’nor, y los rayos que el muchacho disparaba
terminaron por atraer la atención de muchos de los paladines.
Para cuando Erick le dio alcance –justo al llegar a la
plaza del pueblo-, el chico se veía rodeado de un sinfín de guerreros, todos
con espadas desenvainadas y ballestas que apuntaban justo al corazón del
muchacho rubio.
- ¡Deténganse! ¡Deténganse! – gritó Erick en medio de
un gesto desesperado, distrayendo a los paladines el tiempo suficiente para que
el otro chico disparara un rayo más, que fue capaz de alcanzar a la primer
línea del Círculo que se cerraba en torno a él, y de esa manera dándole
oportunidad a Erick de llegar hasta su lado.
- ¿Y quién demonios eres tú? – gritó uno de los
hombres, acercándose hasta ambos jóvenes con rostro amenazador.
- Es el hijo de Yael. Aprendiz de Lucian – contestó
una voz que le resultó ligeramente familiar.
- ¡Vaya que es atrevido! – dijo un paladín más, dando
también un paso hacia ellos - ¡Vete de aquí, muchacho! ¡Esto no es de tu
incumbencia!
- ¡No van a matarlo! – contestó Erick con mucha más
convicción de lo que se esperaba en un chiquillo de trece años.
- ¡Te lo repito, niño! ¡Esto no es de tu incumbencia!
¡La justicia debe aplicarse!
- ¡Esto no es justicia! ¡Es asesinato!
- ¡Drenton, sácalo de aquí!
Uno de los paladines que se encontraba al frente dio
un paso hacia delante, pero en su rostro se dibujaba la preocupación, y sus
movimientos eran titubeantes.
- Zareck, son sólo un par de críos… ¿No sería mejor…
- ¡Que lo saques de aquí, te digo! – interrumpió el
anciano que al parecer estaba al mando de toda aquella operación.
Drenton cerró los ojos y meneó la cabeza, pero
obedeció sus órdenes y continuó avanzando hacia los jovencitos; estos últimos se
miraron y sin hablar parecieron coordinarse, pues ambos dispararon potentes
rayos de luminosidad azul y verde, que se mezclaron haciendo salir por los
aires a la mayoría de los paladines. Así continuaron durante lo más que sus
espíritus se los permitieron, pero poco a poco la energía de los dos comenzó a
menguar, por lo que quince minutos más tarde tres paladines fueron capaces de
someter a Erick, alejándolo a jalones del otro muchacho, mientras que él
continuaba gritando que aquello no era posible, que esa no podía ser la
justicia impartida por los paladines.
Fue en un último acto de valentía, que sacando poder
de lo más profundo de su alma fue capaz de liberarse del agarre de los paladines,
y justo antes de que un rayo mortal alcanzara al joven rubio, Erick se lanzó
hasta cubrir con su cuerpo el del muchacho. Cerró los ojos y elevó una plegaria
silenciosa, esperando la última estocada… Sólo que esta nunca llegó.
Respiraba agitadamente, y poco a poco se sintió capaz
de abrir los párpados, para darse cuenta de que a él y al otro chico los
rodeaban por completo cuatro escudos espirituales, todos de diferentes colores,
pero todos de energía que pudo reconocer.
Alzó la vista y en pocos segundos vio como su padre,
Dem, Lucian y Thiala se acercaban a ellos, abriéndose paso por entre los demás
paladines, hasta llegar justo frente a donde se encontraban tirados en el
suelo. Thiala y su padre los ayudaron a alzarse mientras que Lucian y Dem se
enfrentaban abiertamente al Círculo.
- Mi aprendiz tiene razón – exclamó su dómine - ¿Es a
esto a lo que le llaman justicia?
Las voces se fueron alzando, la discusión dio paso a
gritos y reproches, pero ni Erick ni el rubio alcanzaron a escuchar más, puesto
que en ese instante Thiala les pasó los brazos por los hombros y con prontitud
los guió hasta la taberna vacía del pueblo. Sin decir nada los hizo tomar
asiento y le pidió a los encargados que les trajeran algo de comer y de beber.
Ella y su padre se sentaron en una mesa contigua,
dirigiéndoles miradas fortuitas y hablando en voz baja, mientras que Erick y el
muchacho aguardaban en silencio por lo que fuera a suceder a continuación.
- Soy Matheo – articuló el rubio después de unos
segundos.
- Erick.
- ¿Sabes algo?
- ¿Qué?
Matheo suspiró antes de hablar: - Tú si eres un
verdadero paladín.
4 comentarios:
auuuuu =3 voy a llorar esos 2 si son amigos de los buenos, los que estan en las buenas, en las malas y en las peores!!!
¡Exacto! :'3
Yo pensé que Matheo le iba a decir el nombre de su padre a Erik.
Me encantan estas notas adicionales!!!!
Publicar un comentario