Siguiendo con los obsequios mensuales que Adriana González nos prometió, a continuación va el segundo prólogo que corre a cargo del bellísimo de Lórimer. Sentimos que haya llegado hasta este día, pero tuvimos algunos problemas técnicos :P ¡Disfrútenlo tanto como yo!
***
EL
PEOR ERROR
Lórimer
Despertar
fue una hazaña desastrosa, puesto que al instante en que la realidad fue
abriéndose paso a través de mi subconsciente, mi cerebro fue inmediatamente
invadido por imágenes de la noche anterior, y lo que lo sucedido significaba:
acababa de perder a mi mejor amigo.
Y
absolutamente había sido culpa mía.
La
vida de Belyan podía calificarse de todo menos sencilla, especialmente en el
último medio siglo.
Primero,
la muerte de su abuelo el día de su conversión a paladín. Después, su captura a
manos de Arématis. La tortura de sus padres y de él mismo. Su transformación a
desalmado y los actos atroces que cometió bajo el yugo de nuestro enemigo. El
regreso de su espíritu y la inescapable culpabilidad que llegó con él. Y
finalmente la muerte de Vereny durante la batalla de Karnath y la consecuente
depresión que lo hundió por años a causa de ello.
Quien
lo conociera antes de todo lo acontecido, se podía dar cuenta con facilidad que
Belyan ya no era el mismo, y yo me encontraba dentro de ese grupo de personas.
Belyan
me había ayudado enormemente tras la pérdida de mi familia, con su eterno buen
humor, con sus sonrisas constantes, con sus palabras de aliento, con su simple
presencia, casi siempre alegre y desinhibida. Nos habíamos convertido en
mejores amigos en aquella época, hasta que lo perdimos a manos de Arématis.
La
mayor parte del primer lustro después de la muerte de Vereny, a pesar de
entrenar juntos a los nuevos aspirantes y ser compañeros de cuarto en la
reconstruida fortaleza de la
Jungla de Morarye, Belyan y yo apenas si nos dirigíamos la
palabra. Pero nuestros silencios eran cómodos, casi reconfortantes, y algo en
mi interior me decía que a mi mejor amigo no le hacían falta charlas
inconsecuentes, que el estar a su lado (así como él había estado conmigo) era
suficiente por el momento.
Poco
a poco Belyan se fue reincorporando a la vida normal, saliendo muy lentamente
del letargo de su propia existencia, sintiéndose de utilidad al ayudar a volver
a recrear una sociedad que él había ayudado a destruir durante su tiempo como
desalmado.
Pasados
esos cinco años, comenzó a hablar más, a hacer sugerencias acerca de los
entrenamientos o misiones que llevábamos a cabo, y juntos decidimos expandir
nuestros conocimientos en la creación y dominio de portales, por lo que al
final de esa primer década, nos mudamos a Jemsby, que es la villa donde mi
gemela y su compañero de vida habitan, para así aprender bajo la tutela de
Bradd.
Fue
en el transcurso de esos siguientes diez años que Belyan comenzó a sonreír otra
vez, y aunque sus expresiones de alegría no eran constantes y sólo unas cuantas
veces alcanzaban sus ojos, fue un paso hacia adelante en su recuperación, un
paso hacia adelante en el camino de regreso a sí mismo.
Y
entonces nació su sobrino, hijo de Erick y de Vanessa. Dorian se convirtió en
el bálsamo perfecto para la dañada alma de mi mejor amigo, volviéndose un ancla
que parecía mantenerlo firme en esta vida… en nuestras vidas… en la mía.
Fue
la primera ocasión en que Belyan sostuvo al bebé en sus brazos que lo escuché
reír por primera vez en casi dos décadas.
Y
fue esa misma risa la causa de que mi espíritu se transformara de manera
irreversible. Fue esa risa la causa de que mi mundo se detuviera, de que mi
mente hiciera implosión, de que mi corazón se destrozara en medio segundo.
Fue
esa risa la causa de que me enamorara de mi mejor amigo…
Se
me escapó un suspiro ante los recuerdos, pasándome una mano por el rostro en un
intento por deshacerme de los rastros de sueño que aún controlaban parte de mi
cerebro, permitiéndole viajar por rumbos que no me interesaba visitar. A pesar
de haber logrado dormir por un par de horas, aún me sentía agotado, sin poder
dejar de pensar en mi situación actual y en cómo había llegado a ella.
Ser
homosexual en los Dominios no es algo reprobable en lo absoluto. Al ser una
sociedad mayormente espiritual, nos guiamos con la idea de que las almas se sienten
atraídas unas a otras, sin importar el sexo de la persona, así que nadie juzga
o reprimenda si un hombre se enamora de otro hombre, o una mujer de otra mujer…
a menos de que seas paladín, cerrajero o, ahora, adalid.
La
gente con mayor carga espiritual es la minoría en los Dominios. No somos
muchos, pero sí enormemente necesitados; y el mundo es muy grande, por lo que la Congregación no se da
abasto con los números con los que cuenta, así que se nos inculca desde un
principio que encontremos pareja entre nuestras mismas filas, tanto por la
longevidad de nuestras vidas como por la necesidad de reproducirnos, de crear
seres humanos con capacidades espirituales lo suficientemente fuertes para
convertirse en las nuevas generaciones de adalides.
Así
que ese es el primer problema: ser adalid y homosexual no es una combinación
que me ayude en lo absoluto. Es por esto mismo que lo he mantenido en secreto
durante toda mi existencia, habiéndoselo confesado sólo a mi círculo de mayor
confianza: Lylibeth, Erick, Matheo y Belyan, y tiempo después, Vanessa y Bradd.
Lo
cual nos lleva al segundo problema: Belyan y la manera en que aniquilé nuestra
amistad de años en sólo minutos la noche anterior.
De
vez en cuando, digamos que una o dos veces al semestre, los recuerdos, la
nostalgia y la culpabilidad atacan a Belyan de golpe, generalmente después de
alguna misión más violenta que otras o en noches donde las pesadillas son más
fuertes que su voluntad. Cada vez que eso sucede, escucho un leve toquido en la
puerta de mi búngalo (situado a media cuadra de distancia del suyo) y cuando
abro, ahí se encuentra mi mejor amigo, con una mirada de disculpa en sus ojos y
una botella de licor en su mano.
Sólo
que esta vez fue diferente: esta vez fui yo quien se sentía inquieto, yo quien
no lograba conciliar el sueño, yo quien tomó la botella y tocó a la puerta de
su hogar.
-¿Lórimer?
¿Te encuentras bien? –me preguntó con obvio desconcierto en sus rasgos, los
cuales aún estaban inundados por los rastros del sueño.
Sonreí
apenado, no entendiendo por completo qué demonios estaba haciendo, pero
totalmente consciente de que había valido la pena salir de mi casa a esas
horas, por el simple premio de ver en su rostro esa suavidad que sólo está
presente en Belyan cuando su mente aún no le ha recordado a su cuerpo que debe
de estar siempre triste y serio.
-Perdón.
No podía dormir, pero… -meneé la cabeza al sentir como el remordimiento me
embargaba –te dejo volver a la cama. Nos vemos mañana y…
-No,
no –me interrumpió haciéndose a un lado, en clara invitación a entrar-. Pasa.
Nos tomamos un trago y tal vez eso te ayude a relajarte para conciliar el
sueño.
-Gracias
–murmuré quedamente al avanzar hasta la sala; él me siguió momentos después con
dos vasos en sus manos, colocándolos en la mesita de centro para luego tomar
asiento junto a mí, en el único sillón del lugar.
Quien
le echara un vistazo a este sitio, jamás podría creer que Belyan llevaba
viviendo en él por varios años, ante la ausencia de muebles o decoración. Sólo
había lo esencial, y el único toque personal que adornaba el pequeño búngalo
era una antigua daga adornada con rubíes que se encontraba montada sobre la
chimenea, y que yo le había regalado a mi amigo hacía ya varios cumpleaños.
Lo
que Belyan no sabía era que el arma había pertenecido a mi bisabuela (una
renombrada paladín de siglos atrás) y que Lylibeth me había hecho un enorme
escándalo cuando se la obsequié. No me importó. Mi amigo había sonreído
genuinamente al recibirla, lo cual había sido suficiente para mí.
Cómo
es que no me di cuenta antes que llevaba años enamorado de él, es algo que
jamás lograré explicarme.
La
negación es una fuerza muy poderosa, no cabe duda, y al igual que en aquella
ocasión, en este momento me aferraba a ella con ímpetu, viendo como Belyan servía
nuestras bebidas para luego entregarme uno de los vasos, ahora lleno hasta la
mitad.
-¿Y
entonces? ¿Qué es lo que te mantiene despierto esta noche?
Tú, respondió mi mente de forma
automática, por lo que le di un trago al licor antes de contestar, buscando la
excusa perfecta entre una serie de mentiras que desfilaban en mi cerebro.
Pero
de mi boca salieron las últimas palabras que me hubiera imaginado pronunciar:
-¿Por
qué no sanaste esa herida antes de que se transformara en cicatriz?
Ambos
sabíamos a qué me refería: la delgada línea blanquecina que viajaba desde su
ceja hasta la comisura de sus labios, destacando pálidamente en aquel perfecto
rostro.
Vi
que Belyan se tensaba ante la cuestión, por lo que en instantes me arrepentí de
haberla exteriorizado.
-Lo
lamento. Olvida que pregunté.
-No,
no te preocupes –murmuró con el vaso sobre sus labios, dándole un trago a la
bebida antes de proseguir –Es sólo que me tomaste por sorpresa. Nunca creí que
mi cicatriz fuera la razón de tu insomnio –su tono se había tornado ligeramente
burlón, por lo que me forzó a sonreír con algo de nerviosismo.
Si tan sólo supieras…
-No
es eso… es sólo que siempre me lo he preguntado, pero no es mi lugar el saber.
-¿No
es tu lugar? –no me explicaba el por qué, pero Belyan sonaba ofendido -¿No es
tu lugar? ¡Has sido más que un amigo por décadas, Lórimer! ¡Más que familia! ¿Y
dices que no es tu lugar? Nunca creí que me tuvieras en tan baja estima.
Siempre pensé que lo tuyo era discreción, no indiferencia. Al parecer estaba
equivocado.
Se
puso de pie de golpe, por lo que lo imité y lo detuve del brazo antes de que se
alejara.
-Yo
no me refería a eso. Tienes razón. Siempre fue discreción. Jamás, jamás indiferencia –presioné mis dedos
alrededor de su bíceps –Jamás indiferencia, Belyan… es sólo que siempre juzgué
impertinente preguntar.
Me
dedicó una minúscula sonrisa, al parecer apaciguado con mi explicación.
-Me
fascina cómo hablas. Tanta propiedad en un hombre como tú –exclamó soltándose
de mi agarre y tomando asiento una vez más, terminándose el líquido de su vaso
en lo que yo me reacomodaba a su lado.
-Por
Erick –murmuró sirviendo de nuevo y aguardando a que yo me bebiera el resto en
mi vaso para servirme a mí también.
-¿Por
Erick? –inquirí después de un trago más; él asintió.
-¿Has
visto las cicatrices que mi hermano tiene en la ceja?
-Si.
-Sufrió
esa herida la noche de mi desaparición; y permitió que cicatrizaran en lugar de
sanarlas para recordarme a mí, y a todo lo que había perdido… La mía es un
recordatorio de todo el daño que yo le hice siendo un desalmado.
-No
eras tú, Belyan.
Se
encogió de hombros durante otro trago.
-Podemos
volver a debatir este tema, Lórimer –murmuró segundos después, y tenía razón:
habíamos hablado de ello infinidad de veces, yo afirmando que no debía cargar
con el peso de sus acciones durante su época de desalmado, y él repitiendo una
y otra vez que a pesar de la ausencia de su espíritu, seguía siendo responsable
de sus actos; ninguno de los dos jamás había logrado convencer al otro-. O
podemos hablar de algo menos deprimente –finalizó.
Estuve
de acuerdo.
-Bien.
En tal caso explícame eso de “tanta propiedad en un hombre como tú”. Uno, ¿qué
tiene de malo ser propio? Y dos, ¿a qué te refieres con un hombre como yo?
Me
dedicó una sonrisa casi salvaje, casi perfecta. En ocasiones, cuando me sonreía
así, me daba miedo, casi como si lograra ver al desalmado que alguna vez fue.
-Una
–dijo alzando un dedo –no tiene nada de malo tu forma de hablar; si recuerdas
bien, dije que me fascina. Y dos –alzó otro dedo al tiempo en que volvía a
terminarse el contenido de su vaso -¿Me vas a decir que no sabes cómo luces?
Solté
una risotada.
-¿Y
cómo luzco?
-¡Por
todo lo que es sagrado, Lórimer! No te hagas el inocente. El cabello largo, la
mirada intensa, esa aura de peligro que te encanta proyectar. Eres un imán para
las mujeres.
-Soy
un total desperdicio, entonces, ya que no me gustan las mujeres –murmuré contra
el vaso, dándole un último trago a la bebida para luego dejar el traste vacío
sobre la mesita.
-No
necesariamente. He visto cómo te miran muchos hombres también.
-No
el que yo quiero que me mire –creo que fue el licor el que me aflojó la lengua;
no existe ninguna otra manera de explicar por qué pronuncié aquella frase, que
a pesar de haber sido dicha en tono muy bajo, atrajo la completa atención de
Belyan.
-¿Estás
interesado en alguien? –me preguntó soltando su vaso con fuerza sobre la mesita
y provocando que el líquido salpicara toda la superficie.
-No,
no. Era sólo una expresión.
-¿Sólo
una expresión? ¿Cuál expresión? No puede ser una expresión si no se usa comúnmente.
-No,
es sólo que… -¡Por todo lo que es sagrado! ¿Me estaba sonrojando? Lograba
sentir el calor subiendo por mis mejillas. Esto no podía estar sucediendo-.
Olvídalo ¿quieres? Me tengo que ir.
Me
puse de pie con rapidez, pero Belyan también, obstruyéndome el camino hacia la
puerta y mirándome con el ceño arrugado.
-No.
De aquí no te vas hasta que me digas de quién hablabas.
-De
nadie. De verdad. Yo sólo…
-Lórimer,
eres mi mejor amigo –me interrumpió –No puedo creer que me hayas ocultado esto
a mí… Y que me estés mintiendo descaradamente en este momento.
-Belyan…
-¡No!
Me vas a decir de quién hablabas. Tienes décadas solo ¿y ahora me sales con
esto?
-¡Tú
también llevas décadas sin pareja! ¡No tienes derecho a reclamarme nada!
–exploté al fin; él me imitó.
-¡Mi
situación es diferente! ¡Mis razones son diferentes!
-¡Por
supuesto que no! ¡Ambos amamos a quien jamás podremos tener!
-¿De
qué carajos estás hablando? ¿A quién se supone que amamos y no podemos tener?
-¡Tú
a Vereny! ¡Y yo… -me detuve de golpe sin poder despegar mis ojos de los de él.
-¡Vamos,
Lórimer! ¡Termina! –me gritó con furia, justo al rostro -¡Yo a Vereny! ¿Y tú?
Y
fue ese instante en que cometí el peor error de mi vida: tomé su rostro entre
mis manos y lo besé.
Sentí
como si cada paso de mi existencia lo hubiera dado con el único fin de llegar
aquí, a este lugar, a este momento, a los labios de aquel hombre fuertemente
presionados contra los míos. Y lo magnífico estaba aún por llegar, ya que
después de la sorpresa inicial, pude darme cuenta del instante exacto en que
Belyan me devolvió el beso, cerrando sus manos sobre mis caderas para de un
tirón atraerme todavía más hacia él, ladeando la cabeza y abriendo su boca para
permitir la intromisión de mi lengua.
Me
perdí en el momento, en el éxtasis, en la sensación de su cuerpo contra el mío,
embonando a la perfección gracias a la igualdad en nuestras alturas, arreciando
las caricias gracias a la igualdad en nuestras fuerzas, siendo consumidos ante
la similitud de nuestro deseo.
Mis
brazos ya se encontraban en su espalda; sus manos cerradas en puños entre mi
cabello; labios, lenguas y dientes atrapados en una batalla que al parecer
ambos anhelábamos perder.
Fue
el momento en que se me escapó el primer gemido que Belyan reaccionó, dándome
un aventón hacia atrás al mismo tiempo en que se alejaba de mí. Ambos nos
dedicamos una última mirada antes de que el peso completo de lo que acababa de
hacer cayera sobre mí.
Unos
cuantos tragos y un instante de debilidad habían sido suficientes para
aniquilar una amistad.
-Perdóname
–fue lo único que logré decir antes de salir corriendo del hogar de Belyan.
Y
probablemente de su vida.
Y
aquí me encontraba ahora, recostado en mi cama a la espera del amanecer,
sofocándome ante el peso del arrepentimiento mezclado con amor y con la lujuria
que había nacido anoche a causa de un solo beso.
Entonces
fue que alguien tocó a mi puerta. Me puse de pie de un salto y corrí hasta la
entrada, obviamente ilusionado de que se tratara de Belyan, pero mis esperanzas
fueron en vano, ya que era mi gemela la que se encontraba en el umbral.
-¿Qué
sucede? –inquirí alarmado, puesto que era demasiado temprano como para una
visita social de Lylibeth; aparte de que su semblante no prometía nada bueno.
Por
un momento incluso me pregunté si tal vez había hablado con Belyan y venía a
reclamarme mi estupidez. Pero sabía bien que mi amigo no era así, por lo que
descarté aquella teoría casi al mismo instante de haberla pensado.
-Vístete,
que esto es grave –articuló ingresando a mi hogar de forma escurridiza, como si
temiera que alguien descubriera su presencia ahí.
-¿De
qué hablas? ¿Qué está sucediendo? –pregunté siguiéndola, pero ella no respondió
sino hasta que entramos a mi pequeña recámara.
-Se
trata de Matheo…
6 comentarios:
Solo puedo decir: Ay por Dios!!!
no puedo creerlo, pero que rayos le pasa a mateo?
¿QUEEEEEE? ¿Qué pasa con Matheo?
Creo que es dificil terminar de leer y saber que falta un mes completo para tener algo mas =( Ya necesito saber mas de Matheo.
Madre mía !! Ya quiero leer el siguiente !!
Buena manera de jugar con nosotros, es muy buen prologo, sobre todo porque se trata de Lórimer, porque cabe mencionar que desde que lo conocí quede enamorada de su ser, solo quiero saber que sucederá con el, Matheo acaba de pasar a segundo plano... OK, no.
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