¡Ey! ¡Paladines y Cerrajer@s! ¿Cómo están? Yo muy emocionada, porque como sorpresa adicional, Adriana González comparte con nosotros este último prólogo, que nos presenta algo más sobre un personaje completísimo como lo es Matheo Govami... ¿nos acompañan a leer?
***
Acá va:
¿CÓMO
SABER QUE UNA TRAMPA ES UNA TRAMPA?
Matheo
Eran
más vagones de los que la
Congregación había supuesto y, por lo tanto, más de un solo
ladrón, como me habían mencionado en el reporte.
Eran
tres carrozas, más de veinte hombres, y los cargamentos no se trataban nada más
de Flores Balsámicas como se creía en un inicio.
No,
dos de aquellos carros iban llenos de rocas.
Observé
a los presuntos delincuentes a través de las ramas del alto árbol en que me
encontraba trepado, utilizando un Hechizo de Visión para lograr distinguir lo
que sucedía en medio de la oscuridad.
Algo
andaba mal, eso me quedaba muy claro: o la Congregación contaba
con información completamente errónea, o esto se trataba de una trampa.
Ya
fuera para los malhechores o para mí, estaba por verse.
Además,
me habían dicho que me enfrentaría con un simple bandido de poca monta, pero
estos sujetos iban armados y lucían fuertes, entrenados; lo peor era que sus
energías espirituales se sentían potentes, recordándome un poco a aquello que podía
percibir proveniente de los cerrajeros que conocía.
Sí,
algo andaba mal.
Pero
eso nunca me ha detenido.
Me
dejé caer ágilmente sobre uno de los vagones que en ese momento transitaba bajo
el árbol, invocando un breve Hechizo de Transportación para aterrizar sin hacer
ruido sobre el cargamento, tomando un puñado de piedras sin pulir para luego
guardármelas.
¿De
qué se trataba todo esto? Lo monetario no tenía valor en los Dominios del Ónix
Negro, por lo tanto, las rocas, como lo había dicho ya una vez hacía muchos
años, son sólo rocas. ¿Entonces para
qué transportar a media noche dos carrozas repletas de diamantes, rubíes y
fluoritas?
Sonreí.
Tomé
impulso doblando las rodillas y después brinqué, dando varios giros en el aire
antes de caer de pie frente al primer cargamento, alterando al caballo que
tiraba del vagón, que de inmediato se detuvo alzando los cuartos delanteros y
luego dando unos pasos hacia atrás.
Se
creó el silencio, mientras todos los hombres que vigilaban el avanzar de las
carrozas me observaban entre sorprendidos, asustados y furiosos.
—¡Hola,
muchachos! Mi nombre es Matheo Govami, adalid de primer rango. ¿Ustedes quiénes
son? —exclamé con una enorme y fingida sonrisa, recibiendo ceños arrugados como
única respuesta—. ¿No se quieren presentar? —proseguí falsamente alegre—. En
ese caso, ¿les gustaría decirme a dónde van?... ¿No? ¿Nada?... ¿Qué me dicen de
la razón por la que van resguardando un montón de piedras sin uso ni valor?...
¿Tampoco?... Bien —suspiré—. Por la mala, entonces —mi sonrisa se borró al
tiempo en que sacaba las cimitarras de las fundas a mi espalda, momento en que
los dos primeros hombres se lanzaron hacia mí.
Detuve
sus ataques con facilidad, propinando los míos y noqueando a uno con el mango
de la espada para luego propinar una patada al estómago del segundo, pero
entonces otro más se unió a la pelea, y otro más, y otro…
Llegó
el punto en que luchaba contra cinco a la vez, deteniendo sus estoques en lugar
de poder atacar, dándome cuenta muy tarde que debí de haberle hecho caso a mis
propias observaciones: estos sujetos estaban bien entrenados, tanto en el
manejo de las armas como en el uso del alma; me cercioré de esto último cuando
uno de ellos me lanzó una descarga de energía en la nuca, haciéndome caer con
fuerza hacia adelante.
—¿Por
la espalda? ¿En serio? ¡Qué hipócritas! —proferí cuando cuatro de los hombres
me sujetaron, pero ahora fue mi turno de aflorar mi energía para librarme de
ellos, logrando que explotara por cada uno de mis poros hasta hacerlos volar
unos metros.
Me
puse de pie y conseguí herir a uno más en un brazo y a otro una pierna, uniendo
las cimitarras para luego lanzarlas como boomerang y derribar así a seis más.
Cuando
mis espadas volvieron a mí, otra descarga de energía, ésta todavía más fuerte,
golpeó mi rostro, mi pecho y mi estómago, partiéndome el labio inferior,
lastimando mi nariz y arrancándome el aliento, por lo que trastabillé un par de
pasos.
Un
sujeto caído tras de mí aprovechó mi malestar y distracción para enterrarme su
espada en el muslo con profundidad, herida que de inmediato comenzó a sangrar
profusamente.
Un
buen guerrero sabe cuándo pelear, pero también cuándo retirarse.
Y
éste era mi momento de escapar.
Corrí
varios kilómetros a pesar del intenso dolor en la pierna y, al darme cuenta de
que no podría más, hice uso de toda la energía espiritual que pude para crear
un rápido portal que me llevara hasta el poblado de Numandi, en donde Adahara me
estaba esperando en la posada.
Y
entonces…
Mmmh…
Creo
que me estoy adelantando en mi narración… ¿O me estaré atrasando?
Perdón.
Nunca antes había tenido que contar la historia más importante de mi vida, así
que tendrás que ser paciente conmigo.
¿Pero
por dónde empezar?
…
¡Ah,
ya sé!
Justo
en donde nos quedamos la última vez…
1 comentario:
Oh por Dios!!! Ya me urge que llegue!!
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