¡No te alejes de los dominios!

domingo, 24 de julio de 2016

La Era de los Místicos:
"Crónicas de los Dominios" prólogo 3

Sí, como lo leen: ya ha llegado el momento de revelar el 3er prólogo de Mestizo, lo nuevo de Adriana González Márquez, ¡así que a disfrutar cada línea! Que por acá, ya soy team #Lorbely ♥

***


LAS COSAS QUE IMPORTAN


Belyan

            No pude dormir ni un solo segundo de toda la maldita noche, a pesar de que lo intenté una y otra vez, dando vueltas en la cama, levantándome, tomándome otro trago, regresando al lecho y comenzando el proceso una vez más.
            Y todo el tiempo sin poder sacarme de la cabeza a Lórimer y a ese beso.
            Todavía no lo podía creer.
            Mi mejor amigo siempre había estado ahí para mí. Siempre. Y no le había mentido cuando le dije que lo consideraba más que un amigo, más que familia, porque ni siquiera pensaba en él como un hermano, sino como algo… más.
            Pero ese “más” jamás había significado algo romántico o sexual…
            Hasta esa noche.
            A mí siempre me habían gustado las mujeres. Bueno, en realidad siempre me había gustado una mujer: Vereny. Me había enamorado de ella incluso antes de saber lo que enamorarse significaba, desde que nos conocimos durante la pubertad. Nuestra relación pasó de la amistad al romance de forma gradual y orgánica, y desde que la perdí, no ha habido nadie tan importante en mi vida como ella.
            Sólo Lórimer.
            Aquel pensamiento fue el que me paralizó, dándome cuenta hasta ese instante que mi mejor amigo ocupaba un lugar en mi existencia que ni Vereny ni nadie más había tocado siquiera. Era algo totalmente diferente, pero no por ello mejor o peor. Tan sólo distinto. Nuevo.
            Seguí yendo de la recámara a la sala, de la sala a la cocina y de la cocina de vuelta a la recámara otra vez, todo el tiempo sin poder apagar a mi cerebro, sin poder dejar de darle vueltas a lo mismo y sin saber a qué conclusión llegar.
            Durante muchísimos años he sabido que Lórimer es gay, sin que aquello afecte en lo más mínimo la forma en que lo veo o en que lo trato, jamás teniendo peso en nuestra amistad. Creo que lo único que me preocupaba era verlo siempre solo, puesto que la homosexualidad no está bien vista entre paladines, cerrajeros y adalides, con eso de la necesidad de procreación, por lo que mi mejor amigo había tenido que guardar el secreto durante toda su vida.
            Y volvemos a lo mismo: siempre solo.
            Y es exactamente por ello que no me lograba explicar mi propia reacción durante nuestra charla, cuando me había confesado sin querer que se sentía atraído por alguien. Me llené de rabia y angustia, pero no porque no me lo hubiera contado antes, como había intentado hacérselo creer, sino porque lo primero que había gritado mi espíritu dentro de mí fue: “Pero si tú eres mío”.
            ¿De dónde había provenido aquello? Ni idea, pero así había sido. Y cuando me besó no sentí ni aversión, ni culpabilidad, ni ninguna de las otras emociones que me invadían día con día desde haber recobrado mi alma. No, nada de eso.
            Lo primero que experimenté fue sorpresa, no lo puedo negar, ya que Lórimer me había tomado desprevenido toda la noche, tanto con su llegada a mi hogar, como con sus palabras y luego con sus acciones.
            Pero después de eso, por primera vez en décadas, lo que me sentí fue completo, como si por fin, por fin, todo embonara en mi vida a la perfección, incluidos Lórimer y yo.
            Sus labios, su cuerpo, sus alientos, todo alineado con exactitud a los míos, haciéndome olvidar tristezas y remordimientos y culpas ante la potencia del deseo que de golpe sentí por él.
            Y creo que fue exactamente eso lo que más me asustó; no el grado de mi deseo por él, no, sino que Lórimer había sido capaz de hacer lo que nada ni nadie había logrado antes: que me olvidara en lo absoluto de mi pasado y me concentrara en el sublime presente que estaba viviendo, aguardando expectante por el futuro que estaba por llegar.
            Pero yo había sido un desalmado; no se suponía que tuviera un futuro y mucho menos uno bueno, por lo que de un empujón lo alejé de mí y terminé por arruinar el momento, y tal vez también nuestra relación, así como me había encargado de arruinar todas las demás cosas buenas que había tenido en mi vida.
            Su “lo lamento” aún resonaba en mi memoria junto con el resto de lo sucedido, aun preguntándome qué era lo que lamentaba si había sido yo quien echó a perder el instante, pero seguía sin saber la respuesta, puesto que se había marchado antes de que yo lograra encontrar mi voz.
            Y siendo totalmente honesto, no tuve el valor suficiente como para seguirlo, pues fue segundos después de que la puerta se cerrara que el pánico comenzó a invadirme.
            Pánico por lo que había sucedido.
            Pánico por mi reacción.
            Pánico ante la simple idea de perder a la persona más importante e indispensable en mi vida.
            Faltaban unos minutos para el amanecer cuando finalmente me di por vencido, dejándome caer en el sillón de la sala, con la mirada fija en la daga sobre la chimenea.
            Al parecer mi subconsciente había intentado decirme algo desde hacía años, ¿de qué otra manera podía explicar que aquella arma fuera la única decoración de mi hogar? Y no sólo porque era definitivamente hermosa, sino porque se trataba de mi posesión más preciada desde el cumpleaños en que Lórimer me la había regalado. Para ser un paladín que se jactaba de no darle peso a lo material, aquella daga se trataba de un objeto demasiado importante para mí.
            La puerta de la casa se abrió de golpe en aquel momento, extrayéndome de mis pensamientos al instante en que con rapidez me ponía de pie.
            Lórimer y yo nos observamos en completo silencio durante varios segundos, cada uno paralizado ante la presencia del otro. Lo que no se encontraba inmóvil en lo absoluto era mi corazón, que latía con increíble velocidad en mi pecho.
            -Lórimer, yo…
            -No hay tiempo –me interrumpió abruptamente, algo que él jamás hacía.
            -Pero…
            -¡No! Escúchame, que esto es importante.
            -¿Y lo que pasó anoche no lo es? –le grité exasperado, viéndolo cerrar los ojos por un momento con su rostro lleno de angustia.
            -Es necesario que vayas al Territorio del Primero. Ahora mismo –fue lo que me respondió una vez que despegó los párpados.
            -¿Qué? –articulé con confusión –Si tú quieres huir de esto, adelante. Pero yo no voy a…
            -¡Por todo lo que es sagrado, Belyan! ¡No se trata de eso! –me interrumpió otra vez.
            ¿Qué carajos estaba sucediendo?
            -Es necesario que vayas a ver a Erick, porque todos estamos siendo monitoreados, pero nadie sospechará si eres tú quien va, pues simplemente puedes decir que estás visitando a tu familia.
            -¿Monitoreados? ¿Sospechar? ¿De qué estás hablando, Lórimer? ¿Qué está pasando?
            Lo vi inhalar profundamente para luego avanzar hacia mí, deshaciéndose de la distancia que nos había separado.

            -Se trata de Matheo…