¡No te alejes de los dominios!

miércoles, 24 de agosto de 2016

La Era de los Místicos:
"Crónicas de los dominios" prólogo 4

¡Paladines y Cerrajer@s! 
¿Qué tal? ¿Cómo están? Ha llegado la publicación del último prólogo prometido, y -al igual que yo- espero que hayan disfrutado de este pequeño adelanto que Adriana González nos ha preparado, para ir afilando nuestros colmillos y poder hincarlos de manera muy profunda, una vez que Mestizo sea publicado ♥

Y acá va:

***



INTERRUPCIONES


Erick

            Una lenta sonrisa fue emergiendo en mi rostro, y eso que aún no me encontraba completamente despierto. Mi gesto se debía a la sensación de unos suaves labios sobre mi estómago, esparciendo perezosos besos sobre toda la extensión de mi piel.
            Alcé una mano y, sin abrir los ojos, la situé sobre la cabeza de mi compañera de vida, enterrando mis dedos entre los mechones oscuros para de esa manera ir guiando sus caricias hacia mi pecho, pasando por mi cuello, hasta que finalmente su boca se encontró con la mía.
            -Buenos días –murmuró Nessa contra mis labios, una vez que nuestro beso terminó.
            Abrí los ojos hasta entonces, sorprendiéndome como siempre ante la belleza que se encontraba entre mis brazos; a mi alma seguía sin afectarle el hecho de que ya llevaba junto a aquella mujer más de un cuarto de siglo, pues aún continuaba vibrando cada mañana, cuando mi mirada se posaba en Vanessa al despertar.
            Es en instantes como esos cuando aún me cuesta trabajo creer que ella es mía.
            -Buenos días –respondí por fin -¿Estás cómoda? –pregunté cerrando fuertemente mis brazos a su alrededor, ya que Nessa se encontraba recostada con la totalidad de su cuerpo sobre mí.
            -Mucho –contestó con una traviesa sonrisa.
            -Es bueno saberlo, porque de aquí no te dejaré mover en un buen rato.
            -¡Mamá! ¿Dónde están mis botas negras? –el grito de Dorian nos arrancó una irónica carcajada a los dos.
            -¿Decías? –inquirió Nessa alzando una ceja.
            -¿A qué hora quedó Dem de pasar por ellos?
            ¡Gracias a todo lo que es sagrado por abuelos orgullosos! pensé.
            -A las ocho. El viaje es largo y no lo harán todo a través de portales, por lo que quiere marcharse temprano –respondió mi compañera de vida intentando disimular la preocupación en su voz.
            Esta era la primera vez que nuestros hijos estarían lejos de casa desde su nacimiento, ya que Dem los llevaría con él a conocer la Isla de Karnath. Tanto él como yo habíamos batallado bastante en que Nessa diera su consentimiento, y al final fueron Dorian y Arabela quienes terminaron por convencerla, rogando de forma incesante hasta que su madre aceptó.
            -Estarán bien, amor –le dije mientras acariciaba su espalda en un intento por tranquilizar sus temores –Dem hizo un buen trabajo cuidando de ti y de Andrés.
            -Lo sé. Y confío plenamente en mi padre… ¡Pero mi hermano y yo no éramos tan traviesos como tus hijos! –exclamó burlona -¡Recuerda que tienen tus genes!
            -¡Oh, sí! ¡Sí que los tienen! –contesté girándome hasta quedar ahora yo sobre ella –Y piensa nada más en toda la experimentación genética que podremos hacer durante dos semanas sin “papá, me duele el estómago” o “mamá, Dorian no me devuelve mi muñeca favorita” o “papá, Ari me está pegando y tú me dijiste que a las niñas no se les golpea, así que ¿qué puedo hacer para quitármela de encima?” o…
            -¡Mamá! ¡Tengo hambre! –el grito ahora de Arabela se encargó de ejemplificar mi punto en el momento más preciso.
            -¿Ves? –agregué mientras ambos volvíamos a reír.
            -Tienes razón.
            -Yo siempre tengo razón.
            -No nos vayamos tan lej…
            La silencié con un nuevo beso que rápidamente cobró intensidad, Nessa rodeándome con brazos y piernas al tiempo en que mi cuerpo iba embonándose al de ella a la perfección.
            En instantes así era en los que me felicitaba a mí mismo por todas las modificaciones que le había hecho a la cabaña, comenzando por habernos construido una recámara nueva para Nessa y para mí, con sus cuatro paredes completas más una puerta con cerrojo, pues fue exactamente entonces que Dorian comenzó a tocar.
            -¡Mamá! ¡Papá! ¡El tío Belyan está aquí!
            Levanté la cabeza para después dedicarle a Nessa una mirada de confusión que ella me devolvía.
            -¿Esperabas a tu hermano? –inquirió.
            -No. La última vez que nos vimos me dijo que él y Lórimer vendrían hasta después de que los niños volvieran de su viaje, para ayudarme con su entrenamiento.
            -¡Papá! ¿Qué le digo al tío Belyan? –la pregunta de Dorian interrumpió cualquier otro intento de conversación.
            -Dile que ya vamos –le contesté finalmente a mi hijo, mientras que Nessa y yo nos poníamos de pie, vistiéndonos con rapidez para luego descender juntos al primer piso.
            -¡Mamá! ¡Todavía tengo hambre! –exclamó Arabela al vernos, sentada cómodamente sobre los brazos de su tío.
            Por un instante ni mi compañera de vida ni yo contestamos, dándonos cuenta de que la situación debía de ser bastante seria, tan sólo con echarle un vistazo a la expresión de mi hermano.
            Nessa reaccionó primero que yo, saludando a Belyan con un beso en la mejilla (una costumbre que se había traído del Dominio Exterior y que ahora toda la familia usaba), para luego tomar a nuestra hija entre sus brazos.
            -¿Qué te parece si tú, Dorian y yo preparamos el desayuno en lo que papá y el tío Belyan cortan algo de leña? –las últimas palabras las pronunció mirándome, a sabiendas de que tanto Ari como Dorian odiaban cortar leña, por lo que nos estaba dando la excusa perfecta para que saliéramos de la cabaña a hablar.
            -Suena bien –aceptó mi pequeña.
            -¿Dorian? ¿Tú qué dices?
            -¿Papá? –inquirió mi hijo sin contestarle a su madre, dirigiéndome una mirada suspicaz.
            Le dediqué una sonrisa inmediata, pensando que jamás me hubiera imaginado amar tanto a alguien más que no fuera Nessa, y sentirme tan irremediablemente orgulloso de ellos.
            -Ayuda a mamá, Dorian.
            -¿Seguro que no me necesitan? –cuestionó con seriedad.
            -¿Quién crees que te necesita más? ¿Tu tío y yo con la leña o tu madre con el desayuno?
            -Buen punto.
            -¡Hey! –gritó Nessa al tiempo en que todos reíamos -¡Pero si ya cocino mejor que antes!
            -Por supuesto, amor –le dije para después besarla suavemente en los labios.
            Segundos más tarde, Belyan y yo salimos juntos de la cabaña.
            -¿Qué ocurre? ¿Sucede algo malo? –pregunté cuando nos alejamos lo suficiente de mi hogar.
            -Sí, hermano. Sí sucede algo malo.
            No pude detener la tensión que me invadió de golpe.
            -¿Por qué? ¿Qué ocurre?
            -No vas a creerlo, Erick –profetizó; y tuvo razón, porque cuando terminó de hablar, yo no podía creerlo-. Se trata de Matheo…